lunes, 8 de agosto de 2022

"FUENTEOVEJUNA, INJUSTICIAS TODAS O NINGUNA" por Álvaro Liétor


(...) "Desde Jaén Acoge y desde nuestra posición de observadores privilegiados, tratamos de alertar sobre el riesgo que conllevan este tipo de situaciones que consideramos potencialmente peligrosas. Pero sin la intención de acrecentar el problema creando hostilidades, sino precisamente al contrario, de combatirlo y prevenirlo mediante la reflexión y la sensibilización."



Resulta francamente complicado tratar ciertos temas sin herir sensibilidades, más aún cuando las sensibilidades ya vienen heridas de muerte de antemano. No obstante, a veces merece la pena mirar de frente a esa herida de lenta cicatrización y tratar de extraer algo constructivo a pesar del dolor que nos nubla el buen juicio.

Recientemente todos fuimos testigos de los trágicos sucesos acontecidos en la localidad jiennense de Peal de Becerro, tema en el que no vamos a entrar puesto que toda la información está disponible en la red, pudiendo cada cual informarse sobre el tema y extraer sus propias conclusiones.

Sin embargo, lo que sí me llamó especialmente la atención al investigar sobre otros episodios similares, es como un suceso aparentemente aislado, adquiere una nueva y fascinante dimensión de complejidad cuando se contextualiza históricamente. Lo cual nos invita a una profunda reflexión e incluso a un examen de conciencia. Y es que cuando comienzan a surgir términos como “racismo” o “antigitanismo” en el debate, nada es tan simple como pueda parecer en un principio.

Si nos centramos únicamente en la provincia de Jaén, en las últimas décadas existen numerosos precedentes de episodios de disturbios relacionados con el antigitanismo: En 1971 Torredelcampo; En 1984 Torredonjimeno; En 1986 Martos; En 1991 Mancha Real (le animo a buscar en la red o hemeroteca pues algunos fueron bastante mediáticos). Algo parecido ocurrió por esos años en la localidad de Vilches, según testimonio de algunos de sus habitantes (aunque resulta difícil encontrar documentación al respecto). Pero si nos fijamos a nivel autonómico, encontramos otro caso aún más reciente y mediático, como el acontecido en la localidad de El Ejido almeriense contra el colectivo magrebí en el año 2000. Tristes y deshonrosos precedentes, siendo aún bastante recientes, dentro de nuestra comunidad autónoma. Aún conscientes, quede bien claro, de que la inmensa mayoría de habitantes de dichas localidades probablemente ni siquiera estuvieran involucrados y condenaran dichas actuaciones.

No obstante, muchos podrían pensar que un acto de represalias contra los miembros de un colectivo históricamente vulnerable como el “gitano”, no tiene que ver necesariamente con una conducta o una actitud racista per se. Sino simplemente con un hecho aislado, provocado por otras motivaciones que incluso podrían considerarse “legítimas” en términos de justicia poética, como un ajuste de cuentas, o un acto de venganza por un agravio previo de consecuencias irreparables. “¡No se trata de que sean gitanos, se trata de que son malas personas!”, exclamarán algunos.

Sin embargo, cabe preguntarse: ¿Por qué casualmente los ciudadanos tienden a tomarse la justicia por su mano, viniéndose arriba o empoderándose hasta optar por represalias violentas directas contra las personas, solo cuando estas pertenecen a colectivos históricamente vulnerables? ¿Por qué otros individuos, igualmente viles y culpables (¡malas personas!), no reciben su “merecido castigo” y no sufren este tipo de “vendettas” que afectan gravemente a su entorno familiar u hogar? Y es que a veces parece que solo somos como “Fuenteovejuna” (“¡Todos a una!”) dependiendo del color de la piel del tirano de turno.

De hecho, si la vivienda o el lugar de cada persona que ha cometido un delito grave, irreparable o mortal, fuera asaltado por personas que buscan venganza o justicia, España entera sería un espectáculo de hogueras ardientes. Sin embargo, algo así no tiene sentido en una sociedad democrática que cuenta con un sistema judicial, a pesar de sus defectos. Y eso es algo aplicable para todo el conjunto de la ciudadanía, independientemente de su origen, raza o etnia.

Sin embargo, aún más curiosa resulta la sorprendente facilidad con que las familias pertenecientes a los mencionados colectivos vulnerables, abandonan sus hogares cuando acontecen este tipo de sucesos convulsos dentro de una comunidad. Y es que tristemente han padecido demasiados episodios de dolor y vergüenza en su historia, como para saber que cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar, o sencillamente sal huyendo porque tú muy probablemente seas el siguiente, culpable o no. Que se lo digan a negros, judíos o gitanos, entre muchos otros, a los que es fácil acusar de “paranoicos” desde una cómoda posición de supremacía racial histórica. 

Y es que todo lo anterior nos lleva hasta otro concepto histórico relevante como es el de los “Pogromos”. Un pogromo (del ruso погром, pogrom: ‘devastación’) consiste en el linchamiento multitudinario, espontáneo o premeditado, hacia un grupo particular, étnico, religioso u otro, acompañado de la destrucción o el expolio de sus bienes (casas, tiendas, centros religiosos…), a menudo en connivencia con las autoridades que lo permiten. El pueblo judío, por ejemplo, tiene tristemente bastante experiencia con ellos, ya desde el Holocausto e incluso mucho antes.

En realidad, se trata de un término con el que probablemente tan solo los más aficionados a la historia o profesionales del sector estén familiarizados. Sin embargo, en el momento en que uno conoce de su existencia, ya no vuelve a percibir la realidad aparente de este tipo de “incidentes” de la misma forma. Existen motivos para la desconfianza, y no es para menos.

Lo que en apariencia consistía en un hecho aislado y puntual, de repente nos hace dudar de hasta qué punto existe un odio enquistado y latente en comunidades donde los prejuicios, estereotipos, discriminación y microrracismos, están presentes en la realidad cotidiana a niveles tan sutiles, que resultan difícilmente detectables. Y hablo con auténtico conocimiento de causa, en calidad de responsable de proyectos como “Stop Rumores” y “Owo”, que abordan precisamente estas cuestiones en su compleja dimensión.

Es por todo ello que, precisamente desde Jaén Acoge y desde nuestra posición de observadores privilegiados, tratamos de alertar sobre el riesgo que conllevan este tipo de situaciones que consideramos potencialmente peligrosas. Pero sin la intención de acrecentar el problema creando hostilidades, sino precisamente al contrario, de combatirlo y prevenirlo mediante la reflexión y la sensibilización. Siendo autocríticos y empáticos por la conciliación. Que la gente esté preparada para no dejarse llevar por los prejuicios y el ardor colectivo, olvidando su responsabilidad como individuos. Porque a veces la mejor forma de combatir un conflicto no es posicionarse combatiendo en contra, sino simplemente comprender su origen y motivaciones para no alimentarlo participando de ello. 

Porque además somos conscientes de la realidad y de que existen conflictos complejos y profundamente enquistados en muchas comunidades de nuestro territorio. Pero la violencia inmediata no suele ser por lo general, la respuesta acertada a ninguna cuestión.

Y al menos, que si aun así y después de todo, en un tremendo esfuerzo por justificar lo injustificable, un pueblo decide unirse contra las injusticias y la tiranía como Fuenteovejuna, sea contra todas o ninguna. Y no solo cuando se trata de aquellas que históricamente culpabilizan a los mismos de siempre.



Álvaro Liétor

Responsable de Comunicación y Programas “Stop Rumores” y “Owo”.


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Imagen 1. Autor: animationconnection.com Tomada prestada de fuente.

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